Me parece a mi igual a los dioses el hombre aquel que frente a ti se sienta,
y a tu lado absorto escucha mientras dulcemente hablas y encantadora sonríes.
Lo cual a mí, lo juro, el corazón en el pecho me arrebata;
Apenas te miro y entonces no puedo decir ya palabra.
Al punto se me espesa la lengua y de pronto un sutil fuego corre bajo mi piel, nada ven mis ojos, los oídos me zumban,
Me invade un frío sudor y toda entera me estremezco, más pálida que la hierba estoy,
y a penas distante de la muerte me siento feliz.
Pero todo habrá que sufrirlo, incluso...
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