sábado, 23 de abril de 2011

Fue el destino.


Estaba en la cama, acostada, destapada hasta los pies y temblando de frió. Lloraba, como nunca antes lo había hecho, lloraba de desesperación y de agobio, no se movía, lo único que quería era quedarse dormida para que el tiempo le pasara más rápido.
Y es que no encontraba ninguna salida, quería que volviera, que volviera pronto, poderle abrazar y dejar de oler su camiseta, poder olerle a el.
Quería sentir su abrazo y un beso dulce.
Iba contando los días.
Tenía miedo de que no volviera, de que no volviera el mismo al que dejo en el aeropuerto.
Día tras día escribía todo lo que hacía en un pequeño diario, aveces se lo inventaba, no quería decirle que se había pasado todo el día llorando,pensando en el, viendo la tele y comiendo.
Estaba angustiada, no era ella, no era feliz, lo necesitaba.
Se le hacía imposible ya hacer su vida sin el.
El día llego, se puso preciosa, más que nunca, se pinto la mejor de sus sonrisas y aunque llovía, nada le hizo entristecer.
La espera se le hizo insoportable, temblaba de nervios, de ver pasar a gente con maletas y de oír llegar vuelos, en algún momento se le derramó una lagrima.
Se le pasaba por la cabeza como iba a recibirle, que haría... no le importaba en absoluto, lo único que quería era abrazarle.
Y si, allí apareció, tras pasar las puertas, ¿distinto? no lo sabía, pero le veía mejor que nunca.
Le temblaban tanto las piernas que no pudo ir corriendo hacia el.
Cuando se acercó, se miraron y se dieron el mejor abrazo que nunca antes se habían dado.
La calma apareció en ella.
Durante el resto del día...no dejo de mirarle, no se creía de que estaban otra vez juntos, y que no volverían a separarse.
Pero no vino solo, se trajo una mentira que marcaría esa historia.
Que tontería.


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